Y al final, que es cuando
las cosas realmente cuentan
todo se muestra tal cual es,
no hay manos gentiles,
ni cálidos encuentros,
tan sólo un viento tan gélido
y desgarrador como la muerte.


Me fui contra el océano,
sin amigos,
sin familia,
sin apoyos,
y toda la mierda en la que una vez creí
fue arrasada por las mismas olas.


Algunas cosas simplemente deben morir,
que el frío destruya la débil carne,
que endurezca el corazón o
lo desmorone en el intento,
y que haga de los latidos
violentos golpes de pistón.


Deja de llorar y levántate.
Que te tienes a tí mismo
y eso... Debe bastar.

Y son muchas las ideas que
convergen en tan pequeña cabeza,
legiones de miedos alimentadas por la ansiedad.

Y sin más que un escudo oxidado
al que llaman seguridad
me dispongo a resitir.


El frio resulta ser cálido al corazón,
nunca se vió en un puerto
tal recepción a un extranjero.

Manos plagadas de gentileza
apaciguaron tormentos,
y es la primera vez que creo
que el amanecer volverá.


Recorriendo tus pasos,
los mismos que una vez dimos bajo tu guía,
ahora soy yo quien porta el cayado
y otros los prestos a seguir.

Todas mis nubes se dispersaron
y mi mente al fin entendió cada
mirada, cada gesto, sonrisa y
frase que nunca más repetirás.

Hoy, tu recuerdo se hizo carne... Mi carne.

Qué se supone que hay que hacer?
hasta dónde se debe forzar?
hasta dónde se debe dejar fluir?
cuál es el punto en donde
luchar y ceder convergen?

Cuántos golpes son suficientes?
cuántas trasgresiones permitidas?
en qué instante la ira convierte
a la retalición en una venganza?

Hasta dónde se debe entender?
cuándo se debe tan sólo sentir?
cuándo es menester de límites?
cuánta pasión se necesita
para que un ideal razonable
pierda todos sus estribos?

Hasta cuándo ahh? Hasta cuándo?

Y si te digo que el infinito es más breve?
Que es tan sólo lo que hay entre
una sonrisa tuya y un beso nuestro?


Acero entra, tierra sale...
tormentos inciden,
recuerdos hieren,
miedos resurgen,
sombras rodean.

Acero entra, tierra cae...
odios sucumben,
ojos se abren,
almas descansan.


Un mar de violento y sádico,
acomete contra las rocas,
no hay cese en su eterno afán
de poseer una y otra vez a la tierra,
someterla, humillarla.
Y con la playa como única testigo,
cómplice y fruto de su amor.

Te amo tan sólo porque sí,
no porque lo hubiese
querido o convenido,
o porque tú me hubieses
invitado a un café
para hablarme sobre
las ventajas de amarte.

No, te amo de la nada,
sin cámaras lentas,
ni bella música de fondo,
sin insectos en el estómago
o levitaciones súbitas.

Te amo desde la única parte
en nosotros que puede crear
a partir de la nada,
desde muestra parte divina.

Arrugas con olor a juventud, tan artificiales,
tan poco sutiles... Tan patéticas.


Muero, una y otra vez,
aún no me acostumbro,
mi corazón se detiene
y en lo único en que pienso es en la nada,
tan oscura, tan absurda, tan cruel
y ostigante con la razón misma,
luego despierto extenuado,
sólo para reconocer a mi existencia
como una mortalidad tituveante.


Tonada que nubla mi conciencia una y otra vez,
susurros ácidos que corroen mi existencia,
y todo lo que queda de este cuerpo marchito
son las dudas.


Cargo con algo del infierno
en mis bolsillos, porque aún
no siendo responsable
estoy mancillado de culpa,
culpa que puedo hacer oler bien,
pero nunca quitar de mí.


Realmente crees en el poder del amor?
realmente confías en la fuerza de la amistad?
Entonces explícame por qué diablos morimos solos.

El ensordecedor grito del
silencio no me deja en paz,
los alaridos de la soledad
se hacen aún más agudos.

El dormir se convierte en un reto,
en una carrera a muerte,
en una lucha por sobrevivir
donde me siento seducido
a seguir soñando,
a no despertar jamás.

Y a veces, siento que fácilmente
podría caer en la tentación
de dejarme llevar y posarme
plácidamente en el jardin con
flores de mármol y árboles de roca.


Ícaro II

Quiero volar...
Pero mis demonios no me dejan,
sólo quiero salir de aquí, y si es necesario,
que la parca siniestra me lleve en su seno.

No soporto la impotencia de vivir entre mortales,
su hedor, la pestilencia de sus almas,
los gritos desesperados de sus cuerpos resentidos
con espíritus tan inconsistentes y débiles,
tan ciegos ante un sinfín de maravillas.

Deseo ascender hasta los confines del universo,
embriagarme con los jugos de una amazona celestial,
morir con una flor enterrada en mi pecho
y mil poemas en mis venas;
quiero a mi ángel dándome de beber de sus lágrimas
y atando dulcemente mis cordones,
Porque no quiero morir descalzo...
Que no piensen que la muerte me encontró descansando.

Tormentas pasan,
tormentos quedan,
la luvia nada se lleva,
pues con sus miles de espejos
tortura nuestra memoria.
Lluvia que ya no cae para bendecirnos,
sólo nos escupe y blasfema,
pues manchamos el sagrado
pacto con su hija... La vida.


Deja ya de mirar al cielo,
por lo perdido no valen
la pena las lágrimás,
los que se condenaron
lo mismo nos han hecho,
y sólo puedo reir cuando oigo
que llaman a esto "círculo de la vida".


Susurros que por debajo
de las puertas se deslizan,
se introducen entre las uñas
y se abren paso por las venas,
recorren todo el cerebro,
matan ideas, siembran reglas,
y entre sofismas de colores
nos convencen que vivir es dormir.

Me gusta ver como el humo se aparea
con el aire en el transfondo de tu sonrisa.


Africa llama,
africa fuego,
africa tienta,
africa mata,
africa sana,
africa origen,
africa... soy.


En la llovizna del estornudo canino,
en los susurros seniles sin oidos prestos,
entre las ojas secas que minan la grama
como las dudas a mi existencia,
allí... Está mi respuesta.


Ayer me acorde de tí,
de como empujabas de mi triciclo,
como te agitabas entre las palabras hacia aquella bella niña,
como hacías abrir mis ojos ante tantas realidades,
tan intensas como el color de los pétalos de las veraneras,
esto debí recordártelo antes de dispararte,
y fingir sorpresa al ver mi sangre correr.


Entre un amanecer arrepentido y
un crepúsculo decadente nos movemos,
este es el legado de los que maldijeron el sol;
pero, lo que está entre...
Eso es inexorablemente nuestro.


La noche nos abriga y nos besa la frente,
pero hacemos un ademán de rechazo como muro,
y a ella sólo piensa en intentarlo mañana.

De repente despierto,
me levanto para luego caer,
él, con un pie en mi cabeza
sólo repite una y otra vez:
"Aquí no hay nada
mío
que te puedas llevar,
aquí no hay nada
tuyo
que te puedas llevar".


Tu palpitar se abre paso
entre la carne en decadencia,
sólo para toparse con una figura
tan cobarde para irse,
tan cobarde para quedarse.


El infierno no es más que una
gran suma de inconformidades.


Un "no" no es más que un escudo, sólo eso,
pero un "no sé"... Eso es una lanza envenenada.


Caballos que pierden los estribos,
son estrangulados casi hasta la asfixia
por una mano más sádica que rígida.