De repente despierto,
me levanto para luego caer,
él, con un pie en mi cabeza
sólo repite una y otra vez:
"Aquí no hay nada
mío
que te puedas llevar,
aquí no hay nada
tuyo
que te puedas llevar".


Tu palpitar se abre paso
entre la carne en decadencia,
sólo para toparse con una figura
tan cobarde para irse,
tan cobarde para quedarse.


El infierno no es más que una
gran suma de inconformidades.


Un "no" no es más que un escudo, sólo eso,
pero un "no sé"... Eso es una lanza envenenada.


Caballos que pierden los estribos,
son estrangulados casi hasta la asfixia
por una mano más sádica que rígida.

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