Arrugas con olor a juventud, tan artificiales,
tan poco sutiles... Tan patéticas.


Muero, una y otra vez,
aún no me acostumbro,
mi corazón se detiene
y en lo único en que pienso es en la nada,
tan oscura, tan absurda, tan cruel
y ostigante con la razón misma,
luego despierto extenuado,
sólo para reconocer a mi existencia
como una mortalidad tituveante.


Tonada que nubla mi conciencia una y otra vez,
susurros ácidos que corroen mi existencia,
y todo lo que queda de este cuerpo marchito
son las dudas.


Cargo con algo del infierno
en mis bolsillos, porque aún
no siendo responsable
estoy mancillado de culpa,
culpa que puedo hacer oler bien,
pero nunca quitar de mí.


Realmente crees en el poder del amor?
realmente confías en la fuerza de la amistad?
Entonces explícame por qué diablos morimos solos.

1 comentarios:

A dijo...

Este, me lo llevo.